Obra:
“La invención del aula. Una genealogía de las formas de enseñar.”
Autor/es:
Dussel, Inés y Caruso, Marcelo
Edit.
Santillana. 2006 (2da. Reimp.)
Cap.
I ¿Aula? ¿Genealogía? Definiciones para empezar el recorrido.(pág. 23-39)
Si uno pregunta en la
calle qué es una escuela, puede recibir muchas respuestas. En algunas de ellas
pueden aparecer la sala de maestros, la biblioteca, los patios, en otras, la
directora, el portero. Si pensamos en una escuela rural, quizá la figura de la
directora sea a la vez la de la maestra, el patio sea el campo circundante y la
biblioteca, un reclamo pendiente desde hace años. Pero casi
podemos asegurar que en todas las respuestas aparecerá un lugar que todos
nosotros conocemos y que emerge como el núcleo, el elemento irreemplazable de
la escuela: el aula.
La situación de aula
nos es conocida. Todos hemos pasado por ella, y como maestros y futuros o
actuales seguiremos haciéndolo, y no sólo una vez; por el contrario, estuvimos
y estamos en el aula no menos de cuatro horas por día, cinco días por semana,
nueve meses de cada año, durante muchos años. Tal como le sucede a una persona
que pasa en un hospital gran parte de su
vida, la institución, con su estructura, sus costumbres y sus hábitos, se
vuelve “natural” y se inscribe en nuestro carácter.
Sin embargo, el aula
tal como la conocemos hoy en día no tiene nada de “natural”. Lo que conocemos
como “aula” fue cambiando tanto en su estructuración material (en la
organización del espacio, en la elección de los locales, en el mobiliario e
instrumental pedagógico) como en la estructura comunicacional (quién habla,
dónde se ubica, cuál es el flujo de las comunicaciones).
Según datos
proporcionados por el investigador David Hamilton, el término “aula de clase” se
empezó a usar en la lengua inglesa hacia fines del siglo XVIII (Hamilton,
1989). En el idioma castellano, en cambio, el uso de “aula” y “clase” era común
en la enseñanza universitaria en el medioevo, conservando su significado latino
de “estancia donde el Profesor o
catedrático enseña a los estudiantes la ciencia y facultad que profesa”
(Diccionario de Autoridades, 1726). Sin embargo, no era común su uso para
referirse al ámbito en el cual tenía lugar la enseñanza elemental, que hasta
aquel momento se impartía en la misma casa del maestro o en salas provistas por
el municipio o la iglesia, llamadas scholas.
La diferenciación de los alumnos por edades era aún incipiente, y la mayoría de
las veces todos los niños se educaban juntos bajo la tutela de un maestro que
apenas sabía leer y escribir, y que les enseñaba rudimentos de las primeras
letras, cálculo y catecismo. Pero la difusión del término “aula”
en relación con la escolaridad elemental sólo se produjo con la victoria de los
métodos pedagógicos que proponían una organización de la
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