La
presencia del decurión aseguraba que la autoridad fuera una individualización
“cercana”, un individuo que era la continuación de los ojos de la autoridad
“verdadera” u originaria, que es la figura del maestro. Por otra parte, el
sistema jesuita introdujo otras novedades. Por ejemplo, los jesuitas fueron los
primeros en emplear las tan discutidas notas escolares. En un esquema donde se
instalaba la competencia de los sujetos individualizados en la vida cotidiana,
las notas fueron un incentivo para competir. Como afirma Foucault,
la forma pedagógica del aula jesuita ha sido “la guerra y la rivalidad”
(Foucault, 1995). En el artículo 31 de las reglas de la Ratio Studiorum para
los profesores de las clases inferiores se dispone:
(…)
generalmente, la concertación se organiza de manera tal que o el profesor
pregunta y los émulos mejoran las respuestas o que los émulos se interrogan
mutuamente. Esto es para tener en alta consideración y debe hacerse tan
frecuentemente como el tiempo disponible lo permita para que se promueva una
competencia respetable, esa poderosa palanca del esfuerzo y la diligencia.
También
Durkheim vio en la introducción de la competencia entre alumnos un factor del
éxito de las escuelas jesuitas dentro de su estrategia de “continua envoltura”
de los alumnos. Los alumnos, de acuerdo con su mérito, se agruparían en “remínimos,
mínimos, menores, medianos y mayores”. Estas categorías organizaban además la
ubicación de cada grupo en el aula.
Sin
duda, el método jesuita estaba pensado para contenidos que iban más allá del
enseñar a leer, a escribir y a calcular. ¿Qué tipo de población escolar recibían
y procuraban los jesuitas? Como para entrar a sus colegios era requisito tener
conocimientos rudimentarios de latín, muchos alumnos habían ido ya a maestros
particulares. Por eso, el alumno de la primera clase de la escuela jesuita
tenía diferentes preparaciones, y en consecuencia el docente podía elegir a sus
“colaboradores” o decuriones entre los más avanzados. Esta situación no era la
misma en la naciente escuela elemental de masas. La enseñanza elemental tenía,
al respecto, otras demandas.
El
triunfo del aspecto grupal en el aula: el método global a la conquista de la
escuela elemental:
A
fines del siglo XVII apareció dentro del mundo católico otra iniciativa, ésta
sí orientada a la educación elemental y de gran éxito: la fundación de escuelas
para pobres por parte del cura francés Juan Bautista de La Salle (1651-1719).
Si bien La Salle había participado en diversos emprendimientos educativos con
religiosos, hacia 1780 organizó una comunidad llamada “hermanos de las escuelas
cristianas”, que se encargó de abrir escuelas y casas para niños pobres a
partir de donaciones de los ricos o de ayuda de los municipios.
Su
empresa alcanzó un éxito importante, dado que las comunas le otorgaron apoyo
financiero y la red de “escuelas libres” se expandió de modo considerable.
Asimismo La Salle creó un sistema para alentar a las familias a mandar a sus
hijos a las escuelas: sólo aquellas familias cuyos hijos asistían regularmente
a la escuela recibían limosna de la fundación.
Es
necesario recordar que grandes capas de la población, sobre todo en los ámbitos
rurales, se opusieron hasta muy avanzada el siglo XIX a la escolarización de sus hijos, ya que
éstos seguían constituyendo aportes importantes al trabajo familiar. Además,
aunque no sea el caso de las escuelas lasalleanas, en muchas instituciones el
arancel escolar no favorecía la tendencia a la escolarización. Este tipo de
establecimientos centrados en la atención a pobres y huérfanos también se
expandió en Inglaterra, a partir de la fundación en 1698 de la “Sociedad para
la promoción del conocimiento cristiano”, que sostuvo numerosas escuelas de
caridad por todo el reino (Sanderson, 1995).
La
Salle escribió un Manual para los maestros de su orden que pronto se convirtió
en texto ordenador de la pedagogía elemental. La Conducta de las escuelas
cristianas, que empezó a redactar en 1695 y terminó publicándose en 1720, un
año después de su muerte, contenía tres partes: la primera detallaba todo lo
que se debía hacer desde la apertura hasta la hora de cierre de las escuelas;
la segunda, los medios necesarios y útiles para mantener el orden en la
clase; y la tercera planteaba criterios
para la inspección de las escuelas y la formación de maestros. Este Manual se
hizo más necesario a medida que la orden (convertida en congregación en 1725)
creció y se incorporaron más maestros a la tarea de enseñar a los niños pobres.
Hacia
1790 la congregación se repartía en 108 ciudades y pueblos, y educaba a casi
35.000 niños, en escuelas que recibían entre 100 y 300 alumnos cada una
(Hamilton, 1989).
La
innovación que Juan Bautista de La Salle produjo con respecto a las escuelas de
caridad anteriores fue la de maximizar la relación entre un maestro y su grupo
de alumnos: “seste método simultáneo de lectura implica que cada niño tenga su
libro y que todos los libros sean iguales, lo cual acontece entonces por vez
primera” (Querrien, 1979).
Esto
es, La Salle adoptó el método global para sus
escuelas, pero mantuvo la visión moralizadora y de conversión de las escuelas
jesuitas. Desarrolló lo que se ha denominado
una pedagogía del detalle, donde cada pequeña
acción, cada asunto al parecer insignificante fue reglamentado, atendido e
influido por el docente. “La minucia de los reglamentos, la mirada puntillosa
de las inspecciones, la sujeción a control de las menores partículas de la vida
y del cuerpo” eran características de esta estrategia (Foucault, 1995).
La
comunicación entre el docente y los alumnos se volvió mucho más ritualizada y
no verbal: por ejemplo, los rezos se iniciaban cuando el maestro golpeaba sus
palmas, la recitación del catecismo empezaba ante la señal de la cruz hecha por
él, y las lecciones se organizaban como una especie de orquesta, al tocar el
maestro un instrumento sonoro de metal llamado “señal” para indicar la
intervención de cada alumno (Hamilton, 1989).
En
esta constelación, el silencio pasó a
ser un factor determinante en el aula, por un
lado porque permitía la detección de conductas transgresoras por parte de los
alumnos, y por otro, porque daba el monopolio del control sobre quién habla al
maestro y sobre qué asunto (Narodowski, 1995).
Una
de las mayores innovaciones introducidas por el método lasalleano fue la
adopción de la lengua materna como primera lengua de enseñanza que aparecía
como más eficaz que el latín para enseñar la religión y las primeras letras.
Dijo La Salle en una memoria: “la lengua francesa, siendo la natural, es sin
comparación, mucho más fácil de aprender que la latina por niños que escuchan
la una y no escuchan la otra. En consecuencia, hace falta mucho menos tiempo
para enseñar a leer en francés que a leer en latín. La lectura del francés
dispone a la lectura en latín, por el contrario, la lectura en latín no dispone
a la francesa, como lo muestra la experiencia” (citado en: Chartier y otros,
1976).
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