domingo, 25 de mayo de 2014

III.                   CONCLUSIONES:

Aunque los límites de la disciplina no son claros, y aunque al parecer la psicología educacional puede vagamente definirse como “…aquello que los psicólogos educacionales hacen…”, a lo largo de su historia ésta ha definido áreas de interés e investigación claramente delimitadas.
           A partir de esto, puede decirse que la psicología educacional está hoy más cerca que nunca de lograr las metas de contar con un sustancial acervo de conocimientos. Esta acumulación no es simplemente el resultado de una mayor investigación, sino de la profundización en áreas bien definidas. Además, para alcanzar esta riqueza, parece que la especialización resulta inevitable.
          Es así que el desafío de la psicología educacional en los próximos años es el proveer de una riqueza tanto en profundidad como en integración de las distintas perspectivas. Esto último puede ser la fórmula para disminuir los problemas que surgen a partir de la excesiva especialización.
         Si esto se logra, los psicólogos educacionales del próximo siglo estarán profundamente imbuidos de un área de especialización, siendo al mismo tiempo capaces de ver el impacto en su área en conjunto con el resto de las especialidades para proveer un entendimiento integrado de nuestros roles cognitivos, afectivos, sociales y comportamentales.
         A lo largo de estas áreas de trabajo en las que está comprometida la psicología de la educación se puede comprobar el inmenso esfuerzo realizado por ofrecer a los educadores conocimientos psicológicos rigurosos extraídos de los ámbitos escolares, contribuyendo de esta forma a la construcción de una ciencia puente entre la psicología y la práctica educativa con resultados esperanzadores.
         De hecho, la nueva visión de las diferencias individuales – interpretadas en términos de procesos cognitivos que actúan como variables dentro del proceso instruccional-, la producción de modelos de aprendizaje inspirados en la nueva corriente de la psicología cognitiva y mucho más sensibles al suce-so humano que los extraídos de las experiencias animales, el aumento de las investigaciones sobre el desarrollo del sujeto- que, en parte, ha reabsorbido los estudios tradicionales del aprendizaje- y el reconocimiento de que éste interactúa con el conocimiento ya existente en el sujeto, así como el deseo de elaborar diseños instruccionales prescriptivos basados en datos empíricamente comprobables sobre los procesos mentales de desarrollo y la reciente orientación ecológica que incorpora la dimensión del escenario ambiental dentro del marco general educativo, constituyen una clara superación de posiciones tradicionales, estériles y poco productivas, y una demostración evidente de lo mucho que la psicología puede aportar a la educación cuando se rompen los rígidos modelos reduccionistas y se abren vías nuevas de cooperación e interdisciplinariedad.
         En consonancia con el nuevo tipo de variables estudiadas, la psicología de la educación del futuro tiene que ofrecer no sólo modelos descriptivos de la realidad sino, sobre todo, modelos prescriptivos capaces de recomendar, con base científica suficiente y en función de los resultados obtenidos, la nueva conducta a seguir en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

          En conclusión, entonces, se entiende que la psicología de la educación tiene como objeto propio y específico el proceso de instrucción-aprendizaje. En buena lógica, éste debe ser, pues, el núcleo central en torno al cual deben girar los contenidos de esta disciplina, de tal manera que todos los conocimientos relacionados con el proceso de instrucción-aprendizaje, tendrán cabida en una disciplina configurada por ese proceso y en el mismo grado y medida en que se relacionen con él. Éste es por tanto el gran desafío que le espera a esta disciplina aún en construcción.
¿Cuál es entonces el objeto de estudio de la Psicología de la Educación?
          Es el proceso de enseñanza-aprendizaje y todas las variables involucradas en este proceso.

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