domingo, 25 de mayo de 2014

Los especialistas en la materia se encuentran divididos. Hay partidarios encendidos de la independencia y firmes defensores de una posición más suavizada, con diversos matices, respecto al carácter de la investigación posible y eficaz en este campo complejo de los fenómenos educativos. Gilly (1981), por ejemplo, afirma que la psicología de la educación no debe reducirse a la aplicación de los datos científicos elaborados fuera del contexto escolar, sino que debe partir de problemas planteados por las situaciones educativas mismas. Su campo de trabajo es la interacción, describiendo las condiciones adecuadas para la realización de los objetivos pedagógicos originados en una determinada situación particular y estudiando los procesos interindividuales por los cuales se producen cambios en los individuos.
Ausubel (1969), por su parte, la concibe como una ciencia aplicada señalando tres direcciones posibles en la investigación: a) investigación pura; b) investigación extrapolada de las ciencias básicas; y c) investigación aplicada.  Él plantea que la gran diferencia entre la psicología y la psicología de la educación, radica en que la primera se preocupa de estudiar las leyes generales del psiquismo humano, mientras que la segunda, de las leyes que el psiquismo humano rigen el aprendizaje escolar, por tanto se constituye en una ciencia aplicada a los problemas educativos, así como, la ingeniería mecánica, por ejemplo, no es física general aplicada al diseño de máquinas, sino que constituye una teoría separada de carácter aplicado que resulta tan relevante como la teoría de las disciplinas básicas, pero que está enunciada en un nivel inferior de generalidad y posee una relevancia más directa para los problemas aplicados en sus respectivos campos.
Glaser (1978), aboga por un modelo interactivo, un continuo de ciencia y tecnología que anude los dos extremos, la práctica y el conocimiento, mientras Anderson y Faust (1973) se inclinan más por una versión tecnológica de la psicología de la educación, ya que ni la investigación directa en contextos educativos ni la mera extrapolación de la investigación psicológica han funcionado anteriormente.
Coll (1988), por su parte, plantea la psicología de la educación como una ciencia aplicada, ya que no sólo busca conocimientos, sino también fines prácticos. Por lo mismo, no debe limitarse a ser una mera psicología general aplicada a los problemas educativos, pero tampoco una tecnología que se limite a traducir en términos operativos los principios generales de la ciencia de la conducta, porque en este caso carecería de espacio propio y específico en el mapa de las ciencias. Por el contrario, debe investigar problemas educativos y en el nivel de complejidad en el que se plantean, es decir, será una ciencia que estudia la conducta que se produce en situaciones educativas.
De todo lo dicho anteriormente, se deduce que la psicología de la educación es una rama de la psicología, por eso el objeto propio de esta disciplina será la conducta, si bien el término conducta no tiene el sentido reduccionista que ha tenido en algunas escuelas, sino que abarca tanto la manifestación comportamental externa como la significación intencional.
Como ciencia aplicada, la psicología de la educación estudia un tipo especial de conducta, la conducta que tiene lugar en situaciones educativas, o sea, la conducta que cambia, o el cambio de conducta que se produce como resultado de la práctica instruccional, es decir, el aprendizaje.

Pero se trata de un aprendizaje en el contexto educativo, ligado, por tanto, a unas condiciones específicas expresamente instrumentadas para estimular y optimizar los resultados de acuerdo con unos objetivos educativos previamente programados, es decir, el aprendizaje guiado, influido por estrategias instruccionales adecuadas, lo que se llama proceso de enseñanza-aprendizaje.

No hay comentarios:

Publicar un comentario