De
este modo, la psicología educacional
se perfila como una nueva disciplina
científica, con orientaciones teóricas, métodos y
procedimientos, varias áreas de atención y trabajo en un cuerpo acumulado de
conocimientos. Las áreas de estudio
predominantes son: el aprendizaje, diferencias individuales, test y mediciones, desarrollo humano, clínica infantil, estudio de niños excepcionales y en general el estudio
científico del niño en la escuela.
Respecto
al estudio de las diferencias
individuales toma gran impulso especialmente el tema de la inteligencia.
Las teorías al respecto influyen de manera importante al desarrollo de la
psicología educacional, especialmente relacionadas a la investigación en torno
a la discusión entre genética y ambiente
como determinantes de la inteligencia. Al mismo tiempo, comienza
a desarrollarse el área estadística de manera de perfeccionar los estudios en
el tema. El análisis
metodológico y la estadística constituyen los pilares de la investigación en
psicología educacional.
Además,
a partir de la década de 1920,
la psicología de la educación,
configurada de acuerdo con el paradigma conexionista de Thorndike, se va enriqueciendo a
medida que recibe la influencia de otros movimientos psicológicos que adquieren fuerza en este
período. Estos son: la psicología de la
Gestalt y el Psicoanálisis.
La
Psicología de la Gestalt
se introdujo a través del libro de Ogden (1926) aportando una visión integradora de la conducta
humana, influencia que resultó potenciada por la afinidad de
este sistema psicológico con la educación progresiva y ejerciendo siempre una función moderadora
que corregía los extremos del conexionismo y del conductismo.
Por
su parte, el Psicoanálisis se
proyectó, sobre todo, en la orientación dada a algunos temas
educativos centrales, como la importancia de los primeros años, la relevancia de los factores inconscientes, la
relación madre-hijo,
la necesidad de afecto y actitudes
permisivas, así como el deseo de centrar la atención en la personalidad global y el
desarrollo del niño, más que en aspectos parciales como la
inteligencia o la motivación (Beltrán, 1987).
Asimismo,
a lo largo de esta etapa
se realizan algunos avances
en casi todas
las áreas de la psicología de la educación.
Por ejemplo, los test de
inteligencia experimentan un auge notable a partir del trabajo
realizado por Binet, se consagra el concepto de inteligencia como indicador de
la madurez intelectual del estudiante; se interpreta el éxito de las
actividades humanas como resultado de la combinación de unas cuantas aptitudes
primarias; aumenta el número de test de rendimiento y, lo que constituye uno de
los avances más resonantes, aparece el concepto de evaluación
para reflejar la medida del progreso
humano, interpretándolo no en términos de simple rendimiento, sino en relación con determinados objetivos sociales, sustituyendo con una escala de valor una simple escala de medida. Al
mismo tiempo, se comenzaron a investigar los problemas educacionales como aspectos de una realidad multivariada, que
requería de diseños estadísticos cada vez más complejos.
Además,
la psicología educacional
comienza a diferenciarse
de la psicología escolar,
en la manera de proveer buen material de test para establecer diferencias
individuales y de la psicología de
la consejería, la cual nació a partir del movimiento de estudio
del niño y de la psicología humanista, con el fin de estimular y nutrir al niño. Ésta
surgió, en gran medida, de los movimientos de protesta y reforma social de
principios de siglo, y se nutrió de los trabajos de Pestalozzi, Herbart y Rousseau, buscando
desarrollar métodos educacionales que efectivamente nutrieran al niño.
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