domingo, 25 de mayo de 2014

De este modo, la psicología educacional se perfila como una nueva disciplina científica, con orientaciones teóricas, métodos y procedimientos, varias áreas de atención y trabajo en un cuerpo acumulado de conocimientos. Las áreas de estudio predominantes son: el aprendizaje, diferencias individuales, test y mediciones, desarrollo humano, clínica infantil, estudio de niños excepcionales y en general el estudio científico del niño en la escuela.
Respecto al estudio de las diferencias individuales toma gran impulso especialmente el tema de la inteligencia. Las teorías al respecto influyen de manera importante al desarrollo de la psicología educacional, especialmente relacionadas a la investigación en torno a la discusión entre genética y ambiente como determinantes de la inteligencia. Al mismo tiempo, comienza a desarrollarse el área estadística de manera de perfeccionar los estudios en el tema. El análisis metodológico y la estadística constituyen los pilares de la investigación en psicología educacional.
Además, a partir de la década de 1920, la psicología de la educación, configurada de acuerdo con el paradigma conexionista de Thorndike, se va enriqueciendo a medida que recibe la influencia de otros movimientos psicológicos que adquieren fuerza en este período. Estos son: la psicología de la Gestalt y el Psicoanálisis.
La Psicología de la Gestalt se introdujo a través del libro de Ogden (1926) aportando una visión integradora de la conducta humana, influencia que resultó potenciada por la afinidad de este sistema psicológico con la educación progresiva y ejerciendo siempre una función moderadora que corregía los extremos del conexionismo y del conductismo.
Por su parte, el Psicoanálisis se proyectó, sobre todo, en la orientación dada a algunos temas educativos centrales, como la importancia de los primeros años, la relevancia de los factores inconscientes, la relación madre-hijo, la necesidad de afecto y actitudes permisivas, así como el deseo de centrar la atención en la personalidad global y el desarrollo del niño, más que en aspectos parciales como la inteligencia o la motivación (Beltrán, 1987).
Asimismo, a lo largo de esta etapa se realizan algunos avances en casi todas las áreas de la psicología de la educación. Por ejemplo, los test de inteligencia experimentan un auge notable a partir del trabajo realizado por Binet, se consagra el concepto de inteligencia como indicador de la madurez intelectual del estudiante; se interpreta el éxito de las actividades humanas como resultado de la combinación de unas cuantas aptitudes primarias; aumenta el número de test de rendimiento y, lo que constituye uno de los avances más resonantes, aparece el concepto de evaluación para reflejar la medida del progreso humano, interpretándolo no en términos de simple rendimiento, sino en relación con determinados objetivos sociales, sustituyendo con una escala de valor una simple escala de medida. Al mismo tiempo, se comenzaron a investigar los problemas educacionales como aspectos de una realidad multivariada, que requería de diseños estadísticos cada vez más complejos.

Además, la psicología educacional comienza a diferenciarse de la psicología escolar, en la manera de proveer buen material de test para establecer diferencias individuales y de la psicología de la consejería, la cual nació a partir del movimiento de estudio del niño y de la psicología humanista, con el fin de estimular y nutrir al niño. Ésta surgió, en gran medida, de los movimientos de protesta y reforma social de principios de siglo, y se nutrió de los trabajos de Pestalozzi, Herbart y Rousseau, buscando desarrollar métodos educacionales que efectivamente nutrieran al niño.

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