aducían
que el enfoque conductual
no consideraba la importancia de los eventos internos, los cuales dan fuerza y
forma a los comportamientos complejos, tales como la resolución
de problemas.
Es
así que, la psicología
humanista, a pesar de haber tenido poca fuerza como movimiento
dentro de la psicología educacional originalmente, tuvo gran impacto dentro de
ésta en relación a profundizar
en otros temas,
que los anteriores enfoques no habían priorizado como la motivación, los afectos y la importancia de la naturaleza de la
interacción profesor-alumno para ofrecer un ambiente óptimo de aprendizaje.
Últimamente, la revisión de constructos como la autoestima, los valores y los afectos,
constituyen un aporte fundamental a la disciplina.
La
psicología cognitiva,
la cual surge a partir de la preocupación por la naturaleza del pensamiento como una estructura cognoscitiva
que no puede ser examinada por
simple observación del comportamiento, llamó la atención sobre
la importancia del análisis de contexto del que
aprende, además del ambiente instruccional. Asimismo, destacó la
importancia de fenómenos como la memoria, el razonamiento, la percepción, la resolución de problemas, la metacognición y la creatividad, como
funciones mentales que permiten el aprendizaje.
Otras
áreas de interés de esta área consisten en las estructuras y organización de la
memoria y los procesos de toma de decisiones. Tales estudios y otros están
desarrollándose actualmente y ofrecen un amplio y prometedor espectro de
intereses.
Por
otra parte, debe considerarse que paralelamente a la evolución descrita en la
década de los 70,
vuelven a arreciar las críticas al alcance real de los aportes de la Psicología de la Educación.
Esto se relaciona con la crisis económica que se produce a nivel mundial a
partir de 1975, y que genera restricciones en las ayudas en investigación y
reformas educativas, subrayándose con más insistencia el que los resultados
empíricos acumulados han tenidos repercusiones prácticas limitadas. A partir de
esto, se pone en duda
la capacidad de la psicología de
la educación para fundamentar científicamente el “arte de la enseñanza”.
Esto abre un período de reflexión sobre la psicología educacional, sus
fundamentos y futuro (Coll, 1992).
Algunas
miradas pesimistas plantean que después de cien años de investigación
sistemática en educación y psicología educacional, llegando a los noventa, aún
no existe acuerdo si la investigación puede influir en la práctica educacional,
cómo lo hace y bajo qué condiciones (Berliner, 2006). Si bien la investigación
en educación ha cambiado, la pregunta sobre cómo la ciencia actual puede
contribuir a la solución de los problemas prácticos es aún controversial.
Sin
embargo, también hay miradas optimistas respecto del camino que toma la
investigación en educación, lo que se hace patente el año 1981, año en que
surgen cinco publicaciones independientes (de Calfee, Shulman, Simon, Snow y
Resnick) refiriéndose al giro que estaría tomando la investigación llevada a
cabo por psicólogos educacionales. Según Resnick (1981, citado en Berliner,
2006), la psicología educacional estaría considerando los problemas reales del
mundo de la instrucción, en la medida que ha sido ésta la que ha comenzado a
guiar el desarrollo de la investigación, y no viceversa. En general estos
autores plantean que el conocimiento debe recorrer diversos caminos: de la psicología educacional a la
educación, y viceversa, siendo esta última una dirección que con
frecuencia ha sido olvidada; y además, debe ir de la práctica educativa a la teoría así como durante
años fue del laboratorio a la teoría en los tiempos de Thorndike.
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