Como
señala acertadamente Secadas (1970), la psicología de la educación no se
contenta con observar el fluir espontáneo de la conducta, sino que trata de
extraer las leyes que aseguren una eficaz intervención sobre el curso de la
conducta. Estudia los acontecimientos en cuanto, influibles.
El
carácter especial de la psicología de la educación consiste, entonces, en la
pretensión de determinar los modos eficaces de influir sobre los hechos en
orden a un fin, y las normas para establecer esa distinta eficacia de
intervención. Mientras la psicología general observa, dentro de un determinado
proceso el orden de los sucesos que lo regulan, la psicología de la educación,
en cambio, los somete a cambios y estudia las leyes de dicho cambio con el fin
de lograr un influjo eficaz. La psicología
de la educación debe estructurarse, por tanto, en torno al proceso de
enseñanza-aprendizaje que, como hilo conductor, guía sus contenidos y la define
como sistema coherente y organizado de conocimientos.
El problema de la Investigación Educativa:
Es
importante considerar que los resultados de la investigación educativa no sólo
no han alcanzado el nivel de satisfacción de otras disciplinas, sino que
resultan, por lo general, decepcionantes, sobre todo, teniendo en cuenta la
desproporción entre la cantidad de investigaciones y el valor de los resultados
obtenidos. Esto tiene, desde luego, numerosas explicaciones.
Por
una parte, la indiferencia de muchos especialistas que olvidan la investigación
y se dedican a la práctica, también la falta de un nivel de investigación
aplicada como la poseen otras disciplinas y, sobre todo, la complejidad de los
fenómenos educativos en los que intervienen numerosas variables independientes.
Ante
este escenario, la Fundación Spencer, comenzó en 1997 una investigación para
estudiar las deficiencias de la preparación de los investigadores en educación
en Estados Unidos, de manera de poder hacer propuestas para implementar mejoras
en los años venideros.
Sin
embargo, la investigación educativa ha mejorado en los últimos años, y muchas
de las innovaciones educativas actuales son, en parte, resultados de la
investigación como, por ejemplo, la creación de nuevos roles educativos,
sistemas de agrupamiento, actividades extracadémicas, enseñanza en equipo,
nueva organización del currículo, nuevas condiciones del ambiente en clase,
nuevas configuraciones arquitectónicas, nuevas tecnologías, técnicas de
intervención y de prevención psicopedagógicas, etc.
Esta
investigación educativa, por tanto, es altamente necesaria, ya que no se admite
más evidencia que la que proviene de las observaciones sistemáticas bajo
condiciones controladas y con medios objetivos. La investigación no es una
panacea, pero es el único camino para el progreso y el saber acumulativo. La
investigación no se opone a la tradición sino que constituye un mecanismo de
refinamiento superpuestos a las acumulaciones valiosas – lo que se retiene es
lo que han aconsejado los buenos resultados- de la tradición y de la práctica
sensata (Beltrán, 1987), que requiere seguir desarrollándose y potenciándose.
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