I.
Se
empieza temprano antes de la corrupción del espíritu;
II.
Se
actúa con la debida preparación de los espíritus;
III.
Se
procede de lo general a lo particular,
IV.
Y
de lo más fácil a lo más difícil;
V.
Si
no se carga con exceso a ninguno de los que han de aprender;
VI.
Y
se procede despacio en todo;
VII.
Y
no se obliga a los espíritus a nada que no les convenga por su edad y por la
razón del método;
VIII.
Y
se enseña todo por los sentidos actuales;
IX.
Para
su aplicación inmediata;
X.
Y
siempre por un solo y el mismo método.
Notemos que los
principios no decían nada acerca de la organización del aula: no decían, por
ejemplo, si el maestro debía controlar individualmente a cada alumno o hablar a
todo el grupo. Sólo intentaban asegurar que la llegada del mensaje docente
estuviera garantizada, preparando la acción de enseñar en su ritmo constante.
Hay un elemento en la cosmología de Comenio que estructura toda su
didáctica; ha sido caracterizado dentro de una corriente amplia
de pensamiento cuyo auge se produjo en los siglo XV-XVII: el panteísmo
(Hroch, 1992). Ésta es una concepción intermedia entre la visión sagrada del
mundo que tenía la Edad Media y las nuevas corrientes profanas de la ciencia y
del conocimiento de la naturaleza: “Una vez descubierto o intuido el sistema de
la naturaleza, se lo atribuye a la omnisciencia divina, que impregna toda la
creación de un cierto orden, porque la mente divina es perfecta. Esto es lo que
la Escolástica llama “ordenado a uno”. A partir de esto la concepción
panteísta, formulada por primera vez en Occidente por San Francisco de Asís, sostiene
que la idea ordenadora es algo que está en la naturaleza humana, porque toda la
naturaleza está impregnada de Dios.
Se trata de una idea de
tradición oriental que no estaba en la tradición bíblica ni en la cristiana:
toda la Creación está impregnada de su Creador, y éste está en la Creación”
(Romero, 1987). Si la enseñanza extrae su estructura de la naturaleza, entonces
ella parte de admirar al mundo como “Creación”. El eje central del método es
esta relación que Romero describe como “ordenado a uno”; es decir, la variedad
empírica y concreta de la naturaleza—aunque parezca desordenada- es en realidad
un orden que proviene de un “uno” o totalidad singular como principio
organizador.
Para Comenio, ese “uno”
era, claramente, la divinidad. Por ello, cuando introdujo el método global o frontal lo hizo con una metáfora
naturalista que contenía esta idea de
un “uno” opuesto a una variedad empírica: “el
sol”, que “no se ocupa solamente con objetos singulares, por ejemplo un animal
o un árbol, sino que ilumina, calienta y da vida a toda la tierra” (Comenio,
1986). Con esta metáfora naturalista
se presentaba el método global; a
partir de entonces, la pedagogía postulará
que el maestro (uno) ordenará a una variedad de alumnos frente a él.
1. Haya un solo y mismo método para
enseñar las ciencias; uno solo y el mismo para todas las artes; y uno solo e
idéntico para todas las lenguas;
2. En cada escuela se siga el mismo
orden y procedimiento en todos los ejercicios;
3. En cuanto sea posible, sean iguales
las ediciones de los libros en cada materia. de este modo, con facilidad y sin
dudas, se efectuarán todas las cosas.
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